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El mundo está en una constante búsqueda de la paz y la resolución no violenta de los conflictos que surgen diariamente en todas las esferas de la sociedad. La violencia, en sus diversas formas, se ha convertido en una realidad cambiante y omnipresente, afectando a personas de manera directa o indirecta. En muchas ciudades alrededor del mundo, esta violencia no encuentra respuestas adecuadas para ser transformada de forma integral y positiva. Inmersos en este panorama gris, hombres y mujeres enfrentan el desafío de sobrevivir en un mundo que sigue promoviendo la guerra, la discriminación y la estigmatización.

La violencia, en sus múltiples manifestaciones, se arraiga en la psique de las personas a través de la cotidianidad, y es en este contexto donde se producen muchos de los eventos lamentables que fracturan el tejido social. Por ello, es fundamental generar y compartir herramientas teórico-prácticas que ayuden a los seres humanos a identificar las raíces de la violencia en su interior y las guíen hacia su transformación en la vida diaria. Esto es crucial porque la cultura de la violencia perpetúa un paradigma de pensamiento y relación con los demás y con nuestro entorno que nos lleva hacia la autodestrucción. Desde esta perspectiva, la violencia es como una droga: la probamos una vez y queremos seguir consumiéndola en diferentes escenarios. Nos da una falsa sensación de seguridad y placer, pero al mismo tiempo, nos destruye.

Desde este enfoque, los invito a profundizar en tres pasos de autoconocimiento que considero esenciales para transformar los constructos violentos que habitamos. No los presento como verdades absolutas, sino como un camino interconectado que cada uno debe explorar por sí mismo(a):

  1. Comprender la realidad: El primer paso es comprender cómo los patrones violentos se repiten de generación en generación, y cómo los adoptamos casi de manera automática. Es importante entender esta dinámica para comenzar a desarticularla.
  2. Reconocer los patrones mentales: Debemos identificar esos patrones mentales violentos que se reflejan en nuestros sentimientos, pensamientos y acciones cotidianas. Requiere valentía ser honestos con nosotros mismos y reconocer su presencia.
  3. Generar acciones concretas para la transformación: Es necesario implementar acciones, tanto internas como externas, que nos ayuden a transformar estos patrones. Un cambio interior que se traduzca en nuevos valores culturales que influyan en nuestra manera de vivir y relacionarnos.

Para profundizar en estos tres pasos, la tradición budista ofrece herramientas como la meditación, el camino de la no-violencia y la práctica de la compasión. Estas prácticas pueden ayudarnos a generar un verdadero cambio de consciencia, que se refleje en nuestras acciones cotidianas. De esta manera, podemos trascender el sentido de competencia y fortalecer relaciones basadas en la cooperación con todos los seres sintientes, colocando la vida y sus múltiples manifestaciones en el centro de nuestras acciones, y recuperando el sentido de comunidad con nuestro planeta Tierra.

Que estén bien, felices y en paz.